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EL MISTERIO DE LA PRINCESA DE ÉBOLI

Autoras: Pilar Tébar y Laura Martínez

En el corazón de la Alcarria existe un bonito pueblo de colinas verdes y numerosas fuentes. No tuvieron que pensar mucho su nombre: le pusieron Cifuentes.
En este pueblo vivió hace mucho, mucho tiempo, una niña a la que llamaban Ana, pero que en realidad tenía un nombre muy largo, larguísimo ...


Su nombre completo era Ana de Mendoza de la Cerda y de Silva Álvarez de Toledo. Hoy en día ya nadie la recuerda con ese nombre y todo el mundo la llama "la princesa de Éboli".
De cómo llegó a ser princesa te enterarás más adelante, primero conocerás las aventuras y desventuras de la pequeña princesa de Éboli en la villa de Cifuentes.

Hace muchísimos años, existió en la Plaza Mayor de Cifuentes un pequeño pero coqueto palacio de piedra bajo la iglesia de El Salvador. En su fachada se podía ver un hermoso escudo que indicaba a todo el mundo que allí vivía el conde de Mendoza y por eso lo llamaban el Palacio Condal.


Un caluroso día de verano, el 29 de junio de 1540, nació en palacio la futura princesa de Éboli. Era una preciosa niña de ojos negros y cabello moreno, a la que llamaron Ana. Sus abuelos, los condes que vivían en el palacio, organizaron una gran fiesta en la que sonaron las dulzainas, comieron cordero, bebieron vino de la tierra y bailaron hasta no poder más, para dar la bienvenida a la nueva cifontina.









Ana crecía feliz en la villa de Cifuentes, aprendió a caminar en palacio, dio sus primeros paseos por las calles empedradas, correteó por la barbacana de la iglesia, recorrió todos los rincones del castillo, galopó por los bosques de la Cueva del Beato y aprendió a nadar en el río Tajo.







La pequeña Ana tenía una imaginación desbordante, inventaba aventuras allá donde iba, veía dragones en el castillo, piratas en el río, elfos en los bosques, ninfas en las fuentes ... Todo el mundo en la comarca conocía y quería a Ana, que se había convertido en una muchacha inquieta y alegre.

Una mañana, Ana y su abuelo salieron juntos de palacio a dar un paseo hacia el hospital del Remedio. La gente con la que se iban cruzando por el camino se quedaba mirando a la muchacha fijamente. Ana tenía algo extraño en su rostro, algo tapaba su ojo derecho... era un parche de terciopelo negro. Nadie le dio importancia al parche aquel día, pensaron que quizás se trataba de otro juego más de la muchacha, se creería pirata o corsario, quién sabe...







Los días fueron pasando y Ana no se quitaba el parche del ojo. La gente del pueblo empezó a sentir curiosidad por saber por qué Ana llevaba ese parche. Pero nadie se atrevía a preguntarle. Siempre la acompañaba su abuelo el conde, que era muy orgulloso y tenía fama de poco hablador.

Hasta que una tarde...




Ana salió del palacio como siempre, con su parche, pero ese día iba sola. Comenzó a subir las escaleras hacia el convento de Santo Domingo y, de repente, sin saber de dónde, salieron a su paso dos muchachas de su misma edad.
-Hola -dijo la muchacha más mayor dando un paso al frente-. Me llamo Elia. -Su cabello era rubio, sus ojos azules y su expresión dulce.
-Ella es Tina -dijo Elia señalando a su amiga más pequeña, una niña de cabello castaño, ojos color miel y expresión curiosa.
-Hola, yo soy Ana -respondió la princesa con cautela.


Ninguna de las dos niñas le quitaba ojo al parche de Ana, la miraban curiosas pero sin atreverse a preguntar.
Y entonces ... Tina, que todavía no había abierto la boca, rompió el silencio y preguntó a Ana atropelladamente: --¿Pero qué te ha pasado en el ojo?
¿Por qué te lo tapas con eso? ¿Te duele? ...






Ana escuchó divertida aquellas preguntas. A pesar de que no las conocía, a Ana le gustaban esas dos muchachas, además llevaba mucho tiempo sin jugar con niños de su edad y echaba de menos su compañía. Entonces, se le ocurrió algo para poder volver a verlas: -Os contaré lo que me pasó en el ojo, pero antes vamos a jugar a un juego, ¿queréis?





Elia y Tina, intrigadas, no se lo pensaron dos veces.
-Claro que queremos -dijeron al unísono.
-Pues entonces ... cada día os contaré una historia sobre por qué llevo este parche y vosotras tendréis que adivinar cuál de ellas es la que me pasó de verdad. Quedaremos aquí todas las tardes a la misma hora hasta que lo descubráis. Las dos muchachas aceptaron el reto encantadas y así se despidieron de Ana hasta el día siguiente.



A la tarde siguiente, las dos niñas esperaban impacientes sentadas en la fuente de la barbacana, cuando vieron aparecer a Ana por las escaleras. Tras saludarse, Ana comenzó la primera historia ...
«Os hablaré hoy de la pandilla del tirachinos, que campaba a sus anchas por las tierras de la fuente del Piejo. Un día, de paseo por esas tierras, me topé con un niño que apuntaba con su tirachinos a una ardilla apostada en lo alto de un árbol. Sin pararme a pensar, le grité que parara, pero el niño disparó su china. Veloz, trepé por el árbol hacia la ardilla, pero lanzó otra china que me alcanzó en el ojo.






Fui valiente y no lloré, cogí a la ardilla y con el ojo cerrado bajé del árbol. Los demás niños, asombrados por mi valentía, me rodearon. Uno de ellos rasgó su camiseta negra e hizo un parche que colocó en mi ojo. Desde entonces nunca me lo he quitado y todos me conocen como la jefa de la pandilla del tirachinos.»
Tras estas palabras, Elia y Tina, que habían seguido toda la historia con atención, se despidieron de Ana hasta el día siguiente.


Un día más, las niñas esperaban en el mismo lugar, con muchas ganas de escuchar otra historia de Ana. Esa tarde les contó lo siguiente ...
«Soy la protectora del castillo de Cifuentes, aquel que construyó el caballero medieval don Juan Manuel, donde en los días de calor crecen sin cesar gordas musarañas. Me ayuda en mi labor Paje, mi leal compañero de esgrima. Con él lucho con valentía en los días de verano para expulsar las musarañas de las alcobas del castillo. Nuestro lema es: "Con los floretes siempre cerca, vivimos en alerta".


La batalla se puso difícil un día, las musarañas nos superaban en número, agitábamos nuestros floretes sin control y una estocada fatal en mi ojo terminó. Al botiquín fui corriendo a curarme, tan valientes nos vieron allí, que enseguida nos colgaron una medalla al valor. Como hielo no quedaba, para bajar mi inflamación, me pusieron la medalla, en el ojo pirulón.»
Y cuando concluyó el relato, Elia y Tina ya estaban enganchadas a las historias de Ana. Se despidieron una noche más y cada una se fue a su casa.



Impacientes, Elia y Tina aguardaban en el lugar de siempre la tercera historia de Ana que, tras saludar, comenzó sin rodeos ...
-Mi familia guarda un secreto desde hace mucho tiempo, os lo contaré, pero solo si antes me prometéis que no se lo contaréis a nadie ...
Las niñas asintieron ansiosas y Ana continuó ...


«Existen en Cifuentes unos pasadizos muy antiguos que recorren todo el pueblo bajo sus calles, tan grandes son, que hasta se pueden recorrer a caballo. El día que mi abuelo me reveló el secreto familiar me regaló este parche y me dijo:
"Tapa uno de tus ojos como si fueras una pirata y ese ojo aprenderá a ver en la oscuridad. Cuado te adentres en los tenebrosos túneles, solo tendrás que destapar el ojo oculto que habrá aprendido a ver en la oscuridad y él te guiará, sin perderte, allí por donde no llega la luz."
Desde ese día no me he quitado el parche, y utilizo los túneles a diario para ir de un lado a otro de Cifuentes sin que nadie me vea, y aparecer allí donde me apetezca.»






Tarde tras tarde Ana siguió contando sus historias: que si la había picado una abeja en el ojo mientras recogía miel, que si un caballo salvaje le había dado una coz al intentar montarlo, que si el parche disimulaba que era bizca, hasta llegó a contarles que no le pasaba nada, que solo llevaba el parche para parecer más interesante.



Y tanto tiempo pasaron juntas, que cuando Elia y Tina miraban a Ana, ya no se fijaban solo en su parche, sino que veían a su nueva amiga, una niña alegre y valiente, con la que les gustaría compartir nuevas aventuras.
Ana, por su parte, ya no se sentía incómoda con las miradas de aquellas dos extrañas niñas, sino que buscaba a todas horas su compañía, sus risas, sus juegos ... Poco a poco se habían convertido en tres amigas inseparables.




A Elia y a Tina no les importaba ya cuál sería la verdad sobre aquel misterioso parche ...


«Y es por ello que hoy en día, no sabemos todavía ni cómo, ni cuándo, ni por qué, con un parche la princesa su ojo derecho vestía.»




Continuará...


Para Martina, para que no dejes de soñar nunca y lleves Cifuentes y tus raíces con orgullo, allá donde te dirijan tus aventuras.
Piluca
Para Noelia, la princesa de mi corazón. Para resolver tus dudas cambié mi vida, mi tiempo y mi forma de pensar. He aprendido a ser madre, a amar incondicionalmente, a ser capaz de cualquier cosa por ti, para sacar una sonrisa de tu cara . Te quiero, ratoncita.
Laura
A todas las mujeres invisibilizadas por la historia .
Clara Luna

Autoras:
©Pilar Tébar y Laura Martínez
llustraciones: © Clara Luna
Corrección: Miriam López
Impreso en España por Cuarto de Letras
Primera edición: Octubre de 2017
ISBN:978-84-944-9567-0
Depósito legal: M-27.611-2017
Todos los derechos reservados
Aplicación digital:
Alfredo Rodrigálvarez